PERLAS
ESCONDIDAS
Los hallazgos bibliográficos en la Biblio
Le pusimos mucho
trabajo a este ejemplar: las tapas sueltas, la página con la dedicatoria
separada. El papel ácido haciendo mella a las hojas del libro, comenzando por
las más exteriores. Los bordes de las tapas hechos flecos. Corregimos lo más
posible todo eso. El lomo aún sigue resquebrajado. Es un libro que tiene fecha
de vencimiento como objeto-libro, aunque todavía no la conozcamos. Un libro que
nos acompaña, pero por un tiempo más: por eso decidimos preservarlo, pues lo
habíamos inventariado para el préstamo circulante, pero su estado no toleraría
ese uso.
Entonces, ya convertido en Perla
escondida por respeto a sus achaques, pasaremos a indagar la historia que
encierra y sus calidades literarias.
Se trata de un poemario del escritor peruano Marco Antonio Vértiz,
el tercero de su cosecha lírica. Se compone de tres partes: Ofertorio lírico, Estampas loretanas y Tríptico,
totalizando veintiocho poemas. Alterna el verso libre con la rima AB-AB en
largos versos de dieciséis sílabas donde reúne dos octosílabos a modo de
hemistiquios. Se arriesga, y diría que le sale bien. Pero en general, opta por
los octosílabos. Los temas son existenciales, amorosos, hasta dispares, pero
también evocan la tierra de origen, el Amazonas peruano y la emblemática ciudad
de Iquitos, faro cultural de su patria.
Es poco lo que podemos rastrear de Vértiz, precisamente porque
pertenece a un movimiento literario que, aunque vigoroso, fue marginal con
respecto al canon latinoamericano. Nació hacia 1918, y perteneció a la
redacción de la revista infantil y educativa iquiteña Trocha, órgano mensual
del Magisterio de Bajo Amazonas, que tuviera vida durante el bienio 1941 y 1942
dirigida por el escritor y docente Francisco Izquierdo Ríos. Una nutrida y
entusiasta juventud se abigarró alrededor de esta primera experiencia
editorial: Vértiz fue uno de ellos, entre varios escritores relevantes para la
vida literaria local como Juan Ramírez Ríos, Ana Sifuentes, Julio César de Pina
y Peña y Fernando Barcia. De esta época son sus dos primeros poemarios: Aromas de la Selva (1941) y Rumor de
Frondas (1943). Sobre la obra de este Grupo Trocha,
nos dice Samuel Rodríguez García: “La generación que la
compuso se caracterizó por presentar estampas costumbristas, leyendas, poemas y
cuentos ambientados en diferentes lugares de la Amazonía. Se trata de una
literatura descriptiva y realista, solemne y retórica, cuya poesía tiene como
eje central –lo que la hace funcional— la intencionalidad pedagógica. No
obstante, en ella no se toma en cuenta la figura del indio y solo escoge los
temas del río, los animales y los árboles.” Rodríguez
García reconoce una tardía influencia modernista en el grupo.
El catedrático Manuel
Marticorena Quintanilla en su “Esquema de la Literatura Amazónica” incluye a Vértiz
dentro del Período de la Crisis de la República Oligárquica, en el segmento
histórico de El Ciclo Postcauchero (1921-1960), aquel que siguió a la explosión de la
fiebre del caucho en la región amazónica (1880-1914). En el mismo incluye a
poetas como Eugenio Karr y Corona, Germán Lequerica, Daniel Linares Bazán, Raúl
Hidalgo Morey, entre otros.
Tras todo este recorrido en su
tierra natal, gracias a este ejemplar entre manos podemos conocer que el inquieto
joven Vértiz anduvo por estos andurriales porteños, porque publicó en Buenos
Aires su tercer poemario (como había ocurrido con el primero). Y dedicó este
ejemplar “Para el excelente espíritu de
la sta. Leonie E. Seisdedos Orona, con toda cordialidad.” Asumiendo que se
trate de una joven argentina, podemos suponer
al joven Marco Antonio subido al tranvía, yendo a visitar a Leonie, munido con un
paquete de masas y este ejemplar autografiado; y al llegar y pasar su tarjeta
en día de visita, ser recibido, agasajado y agradecido, y hasta también, en un
alarde de imaginación, podemos verlo condescender al pedido inevitable de la
joven Leonie de que leyera en voz alta algunos de sus poemas. Y allí está el
poeta Marco Antonio Vértiz, el iquiteño ante la porteña, leyendo algunos de sus
poemas (por ejemplo, el que le dedica a Baldomero y lleva por título “A Fernández
Moreno”), y desgranar sus versos con la pulcra pronunciación con que los
peruanos agasajan a la lengua cervantina –pues los peruanos son formidables
declamadores del más cristalino español que se hable en el continente- un habla
que no reconoce fronteras sociales ni educativas, ni cometidos u ocasiones, pues
todos lo hablan parejo en cualquier circunstancia.
Se sabe que Vértiz estaba inquieto por tejer relaciones en esos años. El poema dedicado a Baldomero seguro le abrió las puertas de la calle Francisco Bilbao, la meca de los jóvenes poetas de la Generación del 40, de la mano de César Fernández Moreno. El tranvía hacia Flores lo habrá dejado por allí con otro ejemplar como este de Boscaje sonoro. Pero no se quedó allí. Encontrándose por esos años Gabriela Mistral afincada en Buenos Aires no tuvo duda en escribirle, según se puede leer en esta esquela que guarda un archivo universitario chileno:
Ahora tenemos que hacia el año 1951, Vértiz estaba afincado en la
calle Ladines casi esquina Helguera, del barrio de Villa Pueyrredón. Esa es la
dirección que le suministra a la Premio Nobel chilena cuando intenta tenderle
un puente epistolar. Y es en esta pulida prosa donde vemos que el joven
iquiteño del grupo Trocha que en su
juventud adhería a la tradición hispana conquistadora, a pesar de ser amazónico,
a la edad de Cristo tiene una perspectiva un tanto parusíaca de qué significa
ser americano. Es el lugar de donde “saldrá
en día no muy lejano la renovación mundial para mejorar a la Humanidad.”
Por el momento se nos pierde allí el rastro de Marco Antonio Vértiz.
No tenemos su fecha de fallecimiento ni sabemos más de él. Sólo que entre el
libro entre manos y la carta a Gabriela Mistral, publicó lo que parece ser una antología
de sus propios poemas: Ritmos en América
(1949). Y luego de esta carta, otra presunta reunión de poemas con el
título Alboradas en América (1954). Y
hasta ahí llegamos.
Perdido todo dato biográfico ulterior y pronto a desgranarse en nuestras manos las páginas carcomidas por la acidez de este Boscaje sonoro, estas palabras traen de vuelta a la memoria y rescatan al autor y a su obra. Con esto, cumplimos.
Daniel Ortiz
Para ver más de nuestras perlas escondidas, podes acceder a través del siguiente link: https://bibliotecapopularsudestada.blogspot.com/p/perlas.html
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